jueves, 19 de julio de 2012

Siempre es la lluvia



Te deje olvidado, acurrucado viendo la ventana. Estaba nublado pero a ti no te importaba, nunca te gusto el clima templado; preferías quedarte en casa. Un par de gotas cayeron en el porche y mojaron las plantas, en realidad era un huracán el que azotaba la costa (eso se encontraba a miles de kilómetros y por eso no nos importaba tanto). Era un grito ahogado el que nos mojaba. Sabes que adoro la lluvia, me recuerda a mi niñez en la selva húmeda, donde llovía mucho ylos insectos se te subían a los pies. Me recuerda al lodo que entraba a las casas y a los arboles chorreando a borbotones. Aquí en cambio tenemos que esperar a que algún ciclón se forme en el mar y que la pequeña tormenta tropical ascienda a la adultez, para ser tan grande como para que uno de sus brazos apenas nos toque. Y así tener lluvia por lo menos un par de días.

Te invite a salir, pero preferiste quedarte. Abrí la puerta y salí al porche; atravesé la reja para caminar por la avenida. Recordé que a ti no te conocí ni en la calle ni en la lluvia: Fue en un café donde empezamos a saludarnos. Te recordé desde las primeras palabras que sonaron de nuestras bocas, desde los primeros ejemplos de cortesía. Pensar que éramos distintos. Ahora te buscaba, caminando sola por la avenida, con los bolsillos llenos de agua y el cabello hecho un enjambre.  Tal vez trate de encontrarme en ti, de la misma manera en la que las cosas y las personas encuentran sus pasos reflejados en los charcos. Ese fue el primer error, tratar de asimilar lo que es distinto.

Nunca te gusto extender tus brazos y llenarte de lluvia. No al menos sin que ello tuviera alguna razón para justificarlo. Siempre el raciocinio antes del tacto. No te iba hacer cosas solo “porque sí”. Para ti era primero la pregunta y después la afirmación.  Yo podía divertirme brincando en los charcos y empapándome, como solía hacer cuando vivía en la península. Una lástima que nunca te pude invitar a esos juegos de niños. Siempre tratabas de llevar tu paraguas de cuadros bajo el brazo, no fuera ser que te mojaras y de ahí el contraer gripa estaría a solo un paso. Contrario a lo que creías no relacionaba los huracanes con un romance de película. Me gustaba la lluvia porque me recordaba a mi infancia, a mí. Me recordaba a los barquitos de papel y sus carreras en el pequeño riachuelo que se formaba en la calle. En una ciudad donde recién había llegado, donde conocía poca gente, ese era mi único alivio. Algo que podía hacer mío a mitad del desierto.

Aprendí a quererte, por tus aptitudes, tus cualidades y tus defectos. Ya sabes, todo aquello que nos hace ser personas. No niego que quede algo deslumbrada por aquel foco brillante que representaba conocer a alguien de tu talla. Eras distinto al resto de las personas con las que me había relacionado hasta aquel entonces. Te gustaba platicar del jazz bebop y de Miles Davis o del porque creías que Rothko no significaba nada, mientras los demás bostezaban y se dedicaban a tomar cerveza. Pero es imposible vivir a base de brillos, de cosas que deslumbran. No malinterpretes, no fue que me decepcionara. Simplemente las cosas se opacan por reacción del tiempo. Hasta el sol tiene que extinguirse algún día.

Y tal vez ese sea el porqué del que no esperaba del todo a que me acompañases hoy, caminando por esta avenida tan húmeda y mojada. No sé si te pregunte por cortesía, sabiendo que habría un "no" como respuesta. Me conformo con saber que estas calientito en la cama, cobijado y tomando chocolate caliente. Tal vez viendo una película de las que tanto te gustan. Mientras yo decido continuar caminando, entre estas lozas empapadas y la cantera rosada. Ahora solo queda esperar a que pase la lluvia, a que se esfumen las nubes y que de nuevo aparezca el sol del desierto. A que las plantas se sequen y brillen al par de las gotas.Todo para comenzar de nuevo.



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